Muchos hombres y mujeres de toda clase y condición, que nos han precedido, han llegado ya al Cielo y disfrutan para siempre de Dios.
Son muchos más que los beatificados y canonizados.
Su vida y nombres nos son desconocidos, pero gozan ya de la bienaventuranza.
Esa multitud innumerable es para nosotros ejemplo ya que ellos pasaron por todas las vicisitudes por las que puede pasar cada hombre y mujer que llega al mundo y fueron fieles a Dios en esas circunstancias.
También acudimos a su poderosa intercesión ante Dios.
Cuando los celebramos recordamos la santidad a la que todos estamos llamados.